No más excusas: para evitar futuras pandemias ¡detengamos ya la deforestación!

Incendio en el río Xingu, en Brasil © stock.adobe.com

9 mar 2021

Como consecuencia de la nefasta actividad del ser humano que provoca la deforestación, cada vez se amplía más la zona de contacto entre humanos y animales, lo cual podría dar lugar a nuevas pandemias. No sólo en los mercados donde se trafican especies protegidas, sino también en los espacios creados por la deforestación para la industria extractiva.

Además de los "mercados húmedos" (wet markets) donde también se trafica con especies protegidas -desde donde los virus de origen animal pueden pasar a los humanos generando peligrosas pandemias- también la indiscriminada y perversa actividad humana que provoca la deforestación proporciona otro espacio (y otras ocasiones) donde personas y animales pueden entrar en contacto con otras especies animales, incluso aún desconocidas para la comunidad científica. Por lo tanto, para prevenir futuras pandemias, será crucial reducir al máximo los espacios y contactos que puedan transmitir virus peligrosos de origen animal.

De hecho, los expertos de China y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recientemente han llevado a cabo investigaciones exhaustivas en Wuhan, China - la capital de la provincia de Hubei donde se produjo el primer brote pandémico - han establecido que el virus Sars-Cov-2 es de origen animal. Se trataría, por lo tanto, de una infección de tipo zoonótico -que habiendo infectado al ser humano a través de una especie animal "intermedia"- se extendió y dio lugar a la pandemia conocida como COVID-19, que vivimos desde diciembre de 2019, y que ha causado más de dos millones cuatrocientos mil muertes en todo el mundo, de las cuales unas 71.000 (2.95%) en España y más de 600 mil (25%) fallecidos entre México, América Central y del Sur.

La hipótesis de que el virus Sars-Cov-2 sea una enfermedad zoonótica que infectó a los seres humanos por haber consumido o incluso sólo por haber estado en contacto con animales o alimentos contaminados -p. ej., por una especie "intermedia" (guest) enferma que hubiera entrado en contacto con la especie animal "contenedor" (reservoir) del virus, es decir que tiene en sí misma los anticuerpos del virus, y que puede infectar a otros animales que a su vez pueden entrar en contacto con los seres humanos infectándolos- no es sorpresa.

De hecho, a mediados del año pasado, la comunidad científica y de inteligencia especuló con que era muy probable que el contagio entre humanos y las especies animales "intermedias" se hubiera producido en uno de los llamados "mercados húmedos" de Wuhan, donde se comercializan animales muertos y vivos hacinados en condiciones vergonzosas (incluyendo especies exóticas en peligro de extinción y especies protegidas que se venden por debajo de la mesa) entre puestos apretados en espacios estrechos y atestados, donde las normas sanitarias y fitosanitarias se observan y controlan mal. En los "mercados húmedos" tan populares en los países del sudeste asiático, vendedores y clientes que compran o simplemente visitan el mercado, entran en estrecho contacto con estos animales, ya sea respirando o comiendo su carne.

Políticas públicas para frenar el tráfico de especies

Estas prácticas están muy arraigadas y a menudo vinculadas a usos y costumbres y tradiciones que expresan una identidad cultural. Además, buena parte de la economía formal e informal de estos países depende del comercio en estos mercados. Consecuentemente, los "mercados húmedos" de China y otros países asiáticos han sido objeto de ataques y en algunos casos se ha considerado su cierre total, aunque con escasos resultados.

Aunque la necesidad de observar las normas sanitarias y fitosanitarias y de respetar la vida de los animales que se venden en los "mercados húmedos" se puede considerar un requisito ineludible, el cierre total de estos mercados puede no ser una solución útil para prevenir futuras pandemias.

Sin embargo, es crucial evitar la convergencia en un mismo espacio y el contacto directo (o la ingestión de carne) entre animales enfermos ("intermedios") procedentes de una granja (p. ej. conejo, hurón, visón) o de una especie silvestre que ha sido traficada (p. ej. aves, felinos, primates) y que ha estado en contacto con animales silvestres que actúan como "reserva" del virus (murciélagos, en el caso del SARS) para prevenir el contagio. Al mismo tiempo, pensar que el cierre de los "mercados húmedos" puede ser una intervención resolutiva es algo ingenuo.

No sólo porque las especies no protegidas y criadas de forma intensiva podrían seguir entrando en contacto con los animales "reserva" -por ejemplo, si estos animales depositan fluidos o excrementos en las jaulas de los animales criados que luego se venderían legalmente-, sino también porque a pesar del cierre de los "mercados húmedos" el comercio y el tráfico de especies silvestres protegidas y amenazadas podría continuar, incluso ampliarse, y trasladarse a otros canales ilegales, incluso aún menos controlables desde el punto de vista sanitario y fitosanitario.

El hábito y el capricho de algunas personas de comer animales exóticos, de poseer animales salvajes y exhibirlos como símbolos de estatus (sic.), de decorar sus casas con animales disecados, de adornarse con partes de ellos o de utilizarlos para producir medicinas o productos que aumenten la potencia sexual (de dudosa eficacia) alimenta continuamente la demanda que sostiene estos comercios ilegales.

Por lo tanto, además de sancionar este perverso y cruel comercio de seres vivos con penas y multas que -en relación con las ganancias obtenidas- desanimen a traficantes y responsabilicen públicamente a consumidores finales, sería más conveniente intervenir para desincentivar la demanda de estos "productos" con el fin de romper este circuito criminal.

Es hora de considerar el tráfico y la comercialización de animales silvestres y especies protegidas como una emergencia para todos los países y, por lo tanto, de exigir la demostración de una voluntad política de intervención, de combate y al mismo tiempo con objetivos preventivos.

Cada país debe tomar conciencia del problema a nivel nacional y local, y desarrollar políticas públicas de educación para poder, en primer lugar, distanciarse de ciertas tradiciones antiguas que justifican demasiado a menudo la continuación de prácticas que pueden ser nocivas y peligrosas para la salud y la vida de las personas y por ende del planeta en su conjunto.

La extrema urgencia de frenar la deforestación

Sin embargo, además del problema del tráfico de animales salvajes y de los "mercados húmedos" que mencionamos anteriormente, en virtud de la deforestación se está ampliando otro espacio en el que los seres humanos y otras especies animales pueden entrar en contacto con animales "reserva" o "intermedios" -incluso con especies desconocidas por la ciencia en este momento- que podrían ser vectores de futuras pandemias.

La deforestación está causada por la tala indiscriminada de los bosques y selvas tropicales para abrir el paso a proyectos extractivos en gran escala, como la minería, las plantaciones y los monocultivos de palma aceitera y soja para los biocombustibles y la industria alimentaria y las explotaciones intensivas de ganado y cerdos para carne.

El énfasis en la deforestación en el origen de al menos el 70% de los últimos brotes de virus zoonóticos lo pone también alguien con autoridad y competencia científica: la doctora española María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En una entrevista con el diario español El País el 5 de febrero de 2020.

La Doctora Neira afirma que "la pandemia del coronavirus es una prueba más de la peligrosa relación entre los virus y las presiones del ser humano al medio ambiente" y explica cómo los virus del ébola, el SARS y el VIH/SIDA se han transmitido de animales a humanos como resultado de la destrucción de los bosques tropicales que actúan como barrera natural entre los humanos y las especies silvestres.

La deforestación intensiva, señala la científica, para obtener beneficios inmediatos, tiene "efectos devastadores para el futuro de la humanidad", ya que al talar la selva para crear espacio para la agricultura intensiva que consuma pesticidas y venenos contaminantes, hace que los animales que viven en lugares donde el hombre nunca había llegado sufran "profundas transformaciones" cuyos efectos no se conocen del todo. Así, pueden aparecer especies "alteradas" que actúan como vectores para la transmisión de virus. La deforestación rompe "esa barrera ambiental entre especies que nos protege de forma natural".

Por lo tanto, según la científica, es urgente que los gobiernos y la ciudadanía se den cuenta de que el cambio climático es una cuestión prioritaria de salud pública, y no sólo un tema para los interesados en la ecología o el activismo. Neira también propone cambiar la narrativa sobre los riesgos del cambio climático: "A veces, con arrogancia, decimos que tenemos que salvar el planeta. Y no, tenemos que salvarnos. Estamos destruyendo el planeta, pero éste encontrará una forma de sobrevivir; los humanos no".

Ahora más que nunca, para Salva la Selva hacer hincapié en los peligros de la deforestación y el tráfico de especies silvestres y protegidas, en relación con los riesgos de futuras pandemias, no puede sino reforzar y confirmar las razones de nuestro compromiso diario y futuro, siendo la salvaguarda de las selvas y los bosques tropicales y sus habitantes nuestra misión, nuestra razón de ser desde siempre.

A través de nuestras peticiones y de las firmas de las muchas personas que se suman, y por medio de proyectos de organizaciones de base que apoyamos en los países del Sur, contribuimos a afrontar esta crisis que afecta a la biodiversidad mundial y que vivimos desde hace al menos cincuenta años, sin parar, ante el silencio ensordecedor de gran parte de la clase política internacional y del sector empresarial privado.

La crisis de la biodiversidad y de las selvas y bosques tropicales debe ser una prioridad en la agenda política de todos los países. No hay tiempo. La situación ha llegado a un extremo insoportable.

Prevenir el tráfico de especies

Para entenderlo mejor, es suficiente tener en cuenta que en 2019, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en las zonas tropicales se perdió cada minuto una superficie de selva tropical equivalente a casi 30 canchas de fútbol (1 una cancha de fútbol mide unos 45x90 m). En la región del Amazonas, en particular, se perdió en los últimos 50 años alrededor del 17% de la selva, con su insustituible biodiversidad, principalmente para favorecer a la ganadería intensiva, pero también para extraer madera tropical, oro y otros metales, petróleo y gas natural.

Además, para hacer frente a esta crisis y a los efectos directos sobre nuestra salud, también hay que tener en cuenta los impactos negativos causados por la actividad de organizaciones criminales transnacionales y la corrupción a lo largo de toda la cadena de tráfico de especies silvestres y protegidas, animales y plantas, como señaló la Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONODC) en su Informe sobre los Delitos contra la Vida Silvestre 2020 - Tráfico de especies protegidas.

No sólo formamos parte del mismo ecosistema y, por lo tanto, estamos ligados al mismo destino, sino que todos los países del mundo pueden ser países de origen, tránsito y/o destino de estos tráficos ilegales y ofrecer espacios y oportunidades para la detonación y/o propagación de nuevas enfermedades zoonóticas y por ende de nuevas epidemias.

Todos los países, todos los gobiernos, todo el sector privado y cada uno de nosotros tenemos un papel que desempeñar en la prevención y la lucha contra estos delitos contra la vida silvestre, para proteger la naturaleza y la humanidad en su conjunto.

De hecho, para concluir, si hay algo muy claro que hemos aprendido durante esta pandemia es que la colaboración entre la ciudadanía y la cooperación entre los distintos países son de vital importancia para enfrentar y combatir una pandemia. Ha llegado el momento de poner en práctica este aprendizaje, también para proteger el planeta y la naturaleza con su biodiversidad. Esta es una razón más para que detener la deforestación. Ya no hay excusas.

Dados los efectos que crea, la deforestación debería considerarse un crimen contra la humanidad. Sin exagerar.


  1. puede infectar a otros animales que a su vez pueden entrar en contacto con los seres humanos infectándolosD. Quammen (2012). Spillover Animal Infections and the Next Human Pandemic. W.W. Norton & Company, Inc. New York; pp. 31,43, 191.

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