Carreteras en la selva significan su destrucción

Maquinaria pesada para la construcción de una carretera en Perú Carretera por la selva de Perú (© York Hovest)

No hay excepción: las carreteras abiertas por las selvas hacen imposible su conservación, ya que los Estados no suelen tener capacidad para regular ni controlar todas las invasiones que irremediablemente implican las carreteras.

Junto a medidas que se presentan como esfuerzos de conservación y protección de las selvas y de reducción de la deforestación, muchos gobiernos fomentan al mismo tiempo proyectos de infraestructura que a dónde conducen en realidad es a destruir los bosques. En la mira tenemos la construcción de carreteras por las selvas. En la selva y otros ecosistemas, la existencia de carreteras comerciales es sinónimo de destrucción, pues permiten un acceso más rápido, más fácil, más directo de de más intereses variados a los tesoros naturales.

Con la apertura de carreteras, la tala de árboles se produce habitualmente en una franja muy significativa de hasta 100 kilómetros alrededor de los caminos abiertos en la selva. No hay excepción: las carreteras abiertas por las selvas hacen imposible su conservación, ya que los Estados no suelen tener capacidad para regular ni controlar todas las invasiones que irremediablemente implican las carreteras.

Es verdad que las carreteras son importantes para estimular la economía, intercomunicar puntos alejados entre sí y facilitar el tránsito y el acceso a servicios públicos, como educación y sanidad.

Pero dentro de la selva, el ritmo de vida y movilización es otro y está bien que así sea. Para sus habitantes, algunas veces llega a constituír un problema, como por ejemplo, cuando hay una urgencia de salud, o cuando se trata de sacar algún producto para la venta en una ciudad o pueblo cercano. En estas ocasiones, pueden usarse alternativas como tomar la salida más rápida, por los ríos. Pero las personas que habitan los bosques son bien conscientes de que a pesar de las dificultades, es precisamente el aislamiento, la falta de carreteras, el acceso complicado, lo que mantiene a estas áreas de bosques vírgenes e intocadas.

Cuando las carreteras se adentran en las selvas significa su irremediable destrucción pues se abre camino a la especulación: se facilita el ingreso de colonos, de actividades empresariales, y la extracción masiva de recursos como la madera, los minerales y el petróleo. Son demasiados los interesados en estas riquezas, que además son cada vez más escasas.

Mega carreteras que atraviesan las selvas fuerzan la integración de estos espacios territoriales en el comercio internacional y la globalización, imponiéndo modelos de “desarrollo”. Pero el desarollo no toma en consideración las cosmovisiones de los pobladores originarios ni el medio ambiente, sino que se centra en su requerimiento de vías rápidas con la intención de reducir costos de transporte y el precio final de los productos. Busca estimular la inversión y aumentar la competitividad, lo que muchas veces no alcanza a mejorar las vidas las personas que habitan el territorio, sino que está orientado a enriquecer a personas externas, terratenientes, empresas, acaparadores de tierras.

Las carreteras por la selva facilitan pues el ingreso, el acaparamieto o hasta robo de las tierras que pertenecen -aunque muchas veces sin titulación formal- a quienes habitan la selva tradicionalmente, pueblos indígenas y campesinos quienes son vistos como un “obstáculo” y se ven forzosamente arrinconados o peor, desplazados con violencia hacia las grandes ciudades. Los nuevos propietarios de las tierras, terratenientes o personas foráneas, buscan el lucro que va en detrimento de la conservación.

La otra cara de la moneda es la entrada por los mismos caminos de enfermedades hasta el momento desconocidas por los moradores de la selva, así como la pobreza y la desnutrición que se deriva del hecho de que la economía tradicional basada en la recolección, la caza y la pesca se ve minada por las actividades extractivas de los invasores.

La circulación de vehículos pesados como las retroexcavadoras, bulldozers y los camiones que transportan lo extraído contribuyen también a la destrucción del ecosistema.

Bolivia podría herir su Amazonía

La construcción de una carretera con la que se quiere unir Villa Tunari con San Ignacio de Moxos dividirá en dos al territorio indígena y parque nacional Isiboro Sécure en la Amazonía boliviana. A Evo Morales se le pide apelando a su sensibilidad social, que reconsidere el proyecto e impida el paso de la carretera por el medio del TIPNIS, dado el decidido compromiso que expresó en su día para con los pueblos indígenas, sus derechos y la Madre Tierra y por el que es reconocido internacionalmente.

Este parque contiene una enorme riqueza en especies de plantas y animales. La destrucción del ecosistema será irremediable debido a que en este caso facilitará, además de la llegada de nuevos colonos, el acceso de narcotraficantes y empresas petroleras, madereras, cocaleros y mayor expansión de la frontera agrícola. La pérdida de la cobertura vegetal en las faldas de los Andes tendrá consecuencias desastrosas para las tierras bajas.

La vía de 306 km acercará a Brasil al Pacífico para hacer más competivas sus exportaciones de agrocombustibles y soja, por lo que Brasil costeará parte de los millones de dólares que cuesta el proyecto, en un momento determinados en 1,5 mill de US$/Km2. Para Bolivia significa la conexión del céntrico departamento de Cochabamba con la región del Beni sin tener que pasar por Santa Cruz, lo que permite el control de la zona que ha dado múltiples problemas a gobierno de Evo Morales.

Entre Colombia y Panamá: Transversal de las Américas

Es una de las iniciativas viales más ambiciosas de la infraestructura colombiana y fue concebido para insertar a Colombia en el comercio internacional y la globalización, política conveniente para a las élites, pero no para la mayor parte de la población.

El objetivo de esta carretera es unir Colombia con Panamá, un proyecto larga y conscientemente evitado, por diferentes motivos políticos y ambientales. En la zona fronteriza se mezclan guerrillas con traficantes. De parte de Panamá se temía además el ingreso a su territorio del conflicto colombiano. Se prevee además, que la carretera facilitará actividades como la ganadería extensiva y el cultivo de palma africana, dos agro-industrias que implican la destrucción de la selva y que benefician a empresarios ligados al paramilitarismo.

Con la construcción de la polémica Trasversal de las Américas por parte del gobierno colombiano, la devastación del conocido como tapón del Darién pude ser cuestión de unos pocos años. Justo en este punto confluye la biodiversidad de Norteamérica, Centroamérica y Suramérica. En términos ecológicos forma parte de la ecoregión de Bosques Húmedos Chocó-Darién, una de las más ricas en especies de zonas de tierras bajas en el mundo. La excepcional abundancia y endemismo incluye plantas, aves, anfibios y mariposas. Ese territorio está además habitado por comunidades negras, mestizas e indígenas.

Esta carretera se enmarca en el Plan Mesoamérica de interconexión. Además, tanto la Transversal de las Américas como la carretera a través del TIPNIS en Bolivia forman parte de la Iniciativa de Integración de la Infraestructura de Sudamérica IIRSA, un megaplan, cuyo objetivo es promover la infraestructura de carreteras, oleoductos, puertos, trenes, represas y líneas telefónicas en el continente.

Ministerios de planificación e infraestructura de la región, altos funcionarios de los bancos multilaterales, empresarios financieros, firmas de ingeniería, proveedores de maquinaria, equipos y servicios, planificando cómo repartir el pastel.

¡No a la carretera por el Serengeti!

No es una selva, pero sí un ecosistema de importancia equivalente, y la actualidad del caso y la atención que ha recibido internacionalmente merecen su mención aquí. En la sabana del Serengeti en África Occidental viven setenta especies de mamíferos y unas quinientas especies de aves. Casi la mitad del área constituye un Parque Nacional, uno de los más conocidos del mundo. Casi dos millones de ñus y otras especies de antílopes, gacelas y cebras migran cada año en ambos sentidos en las estaciones seca y lluviosa, de los pastos del Serengeti en Tanzania a los de la reserva Massai Mara en Kenia.

Un grupo de 27 científicos advirtió sobre las consecuencias ecológicas y económicas que tendrá la carretera y piden la cancelación del proyecto. Se teme muy especialmente el impacto que tendrá la intromisión en las rutas migratorias de los animales, que quedarán divididas. También el turismo, importante fuente de ingresos en la región se verá afectada.

Actualmente, el gobierno tanzano tiene planes de convertir el actual camino de tierra estacional que atraviesa el norte del Serengeti de Oeste a Este en una carretera de grava transitable todo el año y abierta al tráfico de todo tipo de vehículos, camiones y autobuses. Esto incrementaría el tráfico y aumentaría la presión sobre el parque para conectar las vías con las carreteras comerciales asfaltadas. El gobierno argumenta que el desarrollo comercial de la parte oeste del país sólo es posible con un acceso por carretera y pretende no ver perjuicio para los animales salvajes del Serengeti. Ambientalistas de la agrupación Serengeti Watch argumentan que existe la posibilidad de un trazado alternativo de menor impacto.

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